Agresiones sexuales en grupo provocadas por adolescentes: ¿es la pornografía su causa?

Hay preocupación, mucha preocupación, con la violencia sexual y especialmente después de las agresiones sexuales grupales cometidas por adolescentes en un barrio de Badalona. La violencia sexual siempre causa miedo y ansiedad, sobre todo entre las mujeres de todas las edades. Pero en algunas ocasiones también produce un cierto pánico social. Así que ese miedo y ansiedad se extiende a las familias y por toda la comunidad. Alarma a la prensa y reclama soluciones a la administración. Es, por tanto, un problema de justicia, seguridad, bienestar y de calidad de vida comunitaria.


La violencia sexual es una de las formas de machismo y discriminación más dañinas y repugnantes. No es nueva, pero ahora golpea mucho en la conciencia social. Es intolerable la magnitud actual de la violencia sexual contra las mujeres, niñas, adolescentes, jóvenes y adultas, incluso ancianas. Es casi una epidemia y, aunque no lo creamos, es mayor en otros países de nuestro alrededor. 

Las mujeres son las principales víctimas de la violencia sexual, en todas sus tipologías. Los abusos y las agresiones sexuales cuando son niñas y adolescentes en la familia, en el ámbito escolar y comunitario. Las adolescentes y las jóvenes son el blanco preferido de los hombres agresores – adolescentes, jóvenes y mayores – en los entornos de ocio, de los estudios y del trabajo y, por supuesto, en el marco de la pareja. Otro ámbito de este tipo de victimización es la trata y la explotación sexual. Las mujeres adultas también son frecuentemente asediadas y maltratadas sexualmente en trabajo y en la calle. Asimismo, las mujeres mayores son víctimas de esa violencia sexual tanto en la familia como en los centros de atención donde residen. Tampoco de este tipo de violencia no se libran ni las mujeres con discapacidad ni las que tienen enfermedades mentales. Es, como siempre han reiterado las feministas, una auténtica pesadilla para las mujeres, para su seguridad y su libertad. Sin olvidarnos de la victimización de los niños, adolescentes y hombres adultos que - en menor grado – lo son en la violencia sexual.



Entre los distintos tipos de violencia machista contra la mujer, la violencia sexual es la más impactante, junto con la violencia física y el feminicidio. Esta violencia sexual no siempre es de extrema gravedad (que es la que más habitualmente nos muestran los medios de comunicación) pero incluso en los tipos más leves tiene efectos dañinos, severos, crónicos e incluso devastadores en la vida de las mujeres agredidas. No voy a dar cifras, que están disponibles en rigurosos informes oficiales y de organizaciones ocupadas en este campo. Pero que lo que sucede es real, no una exageración prejuiciosa. 


La preocupación se agrava y se multiplica cuando conocemos crímenes como estas agresiones sexuales grupales cometidas por niños y adolescentes que han sucedido en Badalona en los últimos meses. Chicos en grupo, de recién estrenada su adolescencia, violan, en un descampado o en los servicios de unos grandes almacenes, a niñas de su misma edad y de su entorno. Cuando sucede esto, un masivo grupo de comentaristas y responsables políticos dicen que todo ha fallado, que la sociedad ha fracasado. Más concretamente indican que la educación es un fracaso y que la sociedad tiene algún problema serio y específico, por ejemplo, con la presencia abrumadora de la pornografía en los dispositivos electrónicos accesible a todos los usuarios sin distinción de edad. 

Las autoridades incluso comparan esta violencia con el terrorismo. Muchas voces piden castigos severos – reclusión y descenso de la edad penal  - y de aplicación a esos menores implicados en estas conductas tan violentas. No parece que haya otra solución y si no se hace así, parece que las autoridades se equivocan.

Sin quitarle gravedad a los hechos ni trascendencia publica a los mismos, conviene analizar estos hechos a la luz del conocimiento y experiencia acumulados en los muchos años de prevención de la delincuencia juvenil. Las agresiones sexuales en grupo cometidas por adolescentes y niños son, ante todo, comportamientos antisociales y delictivos graves. No son un problema de sexualidad, es un problema de violencia. Estas agresiones sexuales grupales no son solo una moda social pasajera o el resultado de un determinado problema educativo o un fracaso en la socialización familiar y escolar, un error comunitario, etc.. Son todo eso y mucho más. La violencia sexual proviene de la combinación de todos ellos a la vez. 

Los factores de riesgo que favorecen y acaban determinando las agresiones sexuales son diversos y han actuado intensamente en una biografía corta de los autores y su entorno, de aquellos que han decidido cometer esos actos violentos graves e incluso repetirlos. Muy probablemente la mayoría de las agresiones sexuales cometidas por estos adolescentes, las realizan sin consciencia sobre el daño que van a hacer o anticipando las consecuencias de lo que van a hacer o ya han hecho. Así son los delitos violentos cometidos por adolescentes, y también, las agresiones sexuales. Estos delitos violentos tienen consecuencias serias para las víctimas y parece que no son capaces de anticiparlas. El elemento más destacado es la acción voluntaria de los agresores de llevar a cabo esa violencia. Son, por ello, responsables, no hay duda. Es cierto que además de esa acción intencionada influyen numerosas circunstancias, tales como las actitudes que justifican la violencia sexual y una de ellas es el machismo. Otra su inmadurez psicológica, su actuación en grupo, su desinhibición, etc… Claro que estos adolescentes presentan muchas creencias equivocadas sobre las relaciones sexuales, pero también sobre el respeto, la moralidad, la justicia o el altruismo, entre muchas otras.

Los adolescentes que son autores de las agresiones sexuales grupales son – casi todos ellos - profundamente antisociales en el sentido de que no respetan a los demás, ni las normas, ni las leyes. Muchos de ellos tienen una historia y biografía probablemente bastante desgraciada, llena de incidentes, también una “crianza” y educación desastrosa o negligente. Es frecuente encontrar en ellos fracaso escolar y de adaptación social. Viven en situaciones de exclusión y marginalidad, posiblemente su vida cotidiana está rodeada de muy malas condiciones y dedican todo su tiempo al ocio y las actividades antisociales. A todo esto, se suma la nociva influencia de sus iguales antisociales, el consumo precoz y dañino de alcohol y otras drogas, los problemas derivados de la enfermedad mental, su estilo de vida, etc... Estos factores, que son los propios de la delincuencia juvenil violenta, también están presentes en las agresiones sexuales de estos adolescentes. Vistos así, estos delitos no parecen tan “especiales” y son susceptibles de ser tratados - con intensidad y sin descanso - con los procedimientos de la intervención psicoeducativa actuales. Hay muchos programas y evidencias de que funcionan para evitar la reincidencia y la continuidad biográfica que convierta a estos agresores sexuales adolescentes en agresores sexuales crónicos.


Probablemente, la excepcionalidad de estas agresiones sexuales grupales de Badalona ha sido circunstancial y no sistémica.