Violencia sexual: ¿aumento o solo más conocimiento y visibilización?
Desde ya hace unos cuantos años
libramos una decidida lucha contra la violencia de género y la violencia
machista y, parece ser que, en vez de salir victoriosos y eliminarla conseguimos aflorar otros tipos de violencia contra las mujeres. Esta vez el foco
de preocupación es la violencia sexual donde nos enfrentamos a una violencia que, sin ser exclusiva contra las mujeres, ellas siguen siendo más víctimas que los hombres. La violencia sexual nos abruma especialmente, nos inquieta y nos indigna. Es muy preocupante oír tantas noticias de agresiones sexuales: violaciones en grupo por hombres
contra adolescentes o mujeres jóvenes, abusos sexuales sobre niños y niñas, consumo
de material de explotación sexual infantil (pornografía infantil), violencia
sexual contra las mujeres en el contexto de la pareja, sobre conocidas o desconocidas,
acoso sexual en el trabajo, mediante las TIC, etc..
Y como pasó ya con la
violencia de género, en cuanto se empezaron a aplicar las leyes para
combatirla, para prevenirla, lo primero que sucedió fue un aumento espectacular
de las denuncias. Fue el primer paso para hacer transparente, visible, la gran
“cifra negra”, la realidad oculta de la violencia contra la mujer en el
contexto de las parejas o exparejas. Ahora pasa lo mismo con la violencia
sexual. Como en el caso de la violencia de género, el primer paso sólido para una
prevención eficiente de la violencia sexual es la denuncia.
El aumento de noticias en la prensa
de las agresiones sexuales está provocado por el incremento de las denuncias
policiales y también por la difusión de las condenas penales, como ha sido el
caso de “La Manada”, por actos de violencia sexual. Estas noticias sirven para
conocer una realidad oculta a la opinión pública. Los y las profesionales de la
justicia penal, los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, del mundo
médico-sanitario y de la psicología conocen esta realidad porque se ocupan,
desde hace años, de las víctimas y de los agresores. Algo que ahora emerge públicamente,
aunque todavía de forma traslúcida. Aún no es del todo transparente porque
siguen sucediéndose muchos hechos de violencia sexual (incestos, abusos a
menores en el entorno familiar, escolar, del ocio, en las fiestas o sobre
personas discapacitadas) suceden escondidos de la sociedad y la justicia.
Conocerlos, aunque sea a golpe de “malas noticias”, ayuda a la prevención de la
violencia sexual.
Hoy coexisten las opiniones optimistas
y pesimistas acerca de la prevención y la lucha contra la violencia de género. Las
optimistas creen que las cosas van bien, que la intervención decidida contra
este tipo de violencias busca perseguir y condenar a sus autores, proteger a
las víctimas y avanzar en unas relaciones de género más igualitarias. Las
pesimistas creen que no se ha avanzado casi nada, incluso creen que la cosas
van en la dirección opuesta: a peor. Así, las últimas encuestas acerca de las
actitudes sobre la violencia de género muestran unos jóvenes varones marcadamente
machistas, al menos, parece que tanto como antes. Y, además, la realidad nos
presenta datos negativos acerca de los feminicidios, los asesinatos de menores
como venganza contra sus madres y otras agresiones graves contra las mujeres.
Es difícil decantarse por cual de las dos opiniones es más realista.
Hay algunas razones para alinearnos
con la visión optimista ya que los cambios, aunque sean pequeños, existen y van
en la dirección esperada. Pero para ver estos cambios hay que buscarlos con
cuidado y atención. Atender solamente la tasa de feminicidios que diariamente
se reitera es insuficiente. Hay que atender a más indicadores: las denuncias
(suben), las tasas de victimización (bajan, sobre todo las más graves), las
condenas penales por maltrato contra la mujer (aumentan) y, también, el número
de penados en prisión o sujetos a medidas penales alternativas por violencia
contra la mujer (actualmente son el tercer tipo de penados en las prisiones
españolas). Todos esos indicadores van en la dirección esperada.
Otro ejemplo de que las cosas en la
prevención de la violencia contra las mujeres mejoran son, precisamente, estas noticias
de denuncias de violencia sexual. Es una paradoja y hay que interpretar adecuadamente.
Si se denuncia cualquier abuso o agresión sexual se empieza el camino de la
recuperación de la víctima y de la restauración de sus derechos. También, si se
denuncia, se puede detener, procesar, condenar y – en su caso - rehabilitar al
agresor, evitando que reincida. Al menos mientras está bajo control, se evita
que cometa nuevas agresiones. Si no se denuncia es muy probable que lo repita,
que haya nuevas víctimas. El promedio de agresiones sexuales de un detenido por
un delito sexual puede ser de más de 7 a 8 agresiones sexuales previas (en el
caso de los pederastas a veces muchas más...). Si se denuncia se conocerá mejor
el “modus operandi” y otras circunstancias de los delitos sexuales.
Con la denuncia se inicia un camino
que ayudará a prevenir mejor los futuros hechos violentos. Y, por tanto, a
evitar nuevas víctimas. Denunciar todos estos delitos nos permitiría pasar de
conocer solamente el 20% aproximado de las agresiones sexuales actuales a un
deseable 80-85%, que es lo que sucede en otros los delitos también graves, como
los homicidios o los secuestros. Así que cuantas más denuncias mejor, y más cerca
estaremos de la prevención “real” de este despreciable tipo delictivo.