Detectar la pedofilia y prevenir la violencia sexual sobre los menores.

       La Ley Orgánica de Protección del Menor, recientemente aprobada en España, incluye medidas destinadas a la protección de la indemnidad y desarrollo sexual de los niños y adolescentes. Como es bien sabido los abusos sexuales sobre los menores tienen una prevalencia importante, aproximadamente un preocupante 17 %. Además suceden en todos los contextos donde los menores conviven o están en contacto con adultos que les cuidan y atienden. El problema de la violencia sexual ejercida sobre los menores es algo más que las alarmas provocadas periódicamente por alguna noticia según la cual “un religioso o un entrenador deportivo ha sido condenado a prisión por abusos o agresiones sexuales a menores”.

       En España se ha regulado, por la ley antes citada, el requisito de que todas aquellas personas que trabajen con niños y adolescentes, sea cual sea su especialidad profesional, demuestren que no tienen antecedentes penales por delitos de agresión, abuso sexuales, exhibicionismo, prostitución y corrupción de menores. Naturalmente esta ley afecta a muchos y distintos profesionales (sanitarios, educadores, profesionales de los servicios sociales, del campo jurídico,….) y para-profesionales (voluntarios, cuidadores..) que han de demostrar que “no” están incluidos en el recién creado Registro Central de Delincuentes Sexuales, creado en la citada ley.

       Desde una perspectiva psicológica y forense es muy probable que esta medida sea menos eficaz para lo que se pretende. Se nos ocurren varias razones para mantener esta afirmación. La primera es que las condenas por delitos de violencia sexual contra menores solo se aplican a una mínima minoría de los casos de abusos sexuales reales que sufren los menores, ya que la mayoría de éstos pasan desapercibidos, sus autores no suelen ser identificados, detenidos y condenados, por tanto no estarán en el Registro de Delincuentes Sexuales.

     El segundo motivo tiene que ver con la posibilidad técnica de identificar con precisión la pedofilia, uno de los grandes predictores de los abusos sexuales a menores. Esta tarea, que corresponde realizarla a los profesionales de la psicología forense y expertos en psicología clínica o psiquiatría, es especialmente compleja. Sabemos que la pedofilia es un trastorno mental crónico, difícil de tratar y mucho más de detectar, excepto en aquellos casos donde ya ha habido actos de pederastia previos y conocidos. Además los afectados por este trastorno, aun habiendo sido condenados por delitos de este tipo, no pocas veces la esconden y la niegan. Los procedimientos genéricos y habituales de exploración de la personalidad y de las alteraciones mentales son del todo insuficientes para identificar y detectar a los agresores sexuales de menores.
    Por tanto ni el registro de antecedentes penales por abusos sexuales sobre menores ni las técnicas tradicionales de exploración psicológica o psiquiátrica, al uso en los procesos de selección de personal, pueden detectar con precisión a los futuros agresores sexuales. Ni aún combinándolas se pueden utilizar con eficiencia en la selección universal de todo aquel que quiera trabajar con menores. Los procedimientos tradicionales de los antecedentes penales o las exploraciones clínicas genéricas no tienen la utilidad que se pretende, los primeros por su poca validez y los segundos por su inespecificidad. 

Se requiere una nueva tecnología, propia de la practica forense, consistente en la valoración del riesgo de violencia sexual futura. Esta técnica combina informaciones diversas como la existencia o no de antecedentes penales, las exploraciones psicológicas, además de otras muy específicas que permiten anticipar la probabilidad de ocurrencia futura de estas conductas delictivas. Actualmente ya existen experiencias y pruebas eficaces de prevención basadas en este tipo de técnicas de valoración del riesgo que los profesionales forenses entrenados pueden aplicar de forma adecuada. Estas técnicas no son de aplicación universal en todos y cada uno de los procesos de selección de profesionales que vayan a trabajar con menores sino que son de uso específico en aquellos casos donde existan indicios o evidencias que hagan necesaria esta valoración del riesgo.
Guía de Valoración del riesgo de violencia sexual (ediciones UB)
     
     En muchos países, de forma oficial o por iniciativa privada, se está regulando el acceso a los puestos de trabajo que comportan el contacto habitual con menores. Así por ejemplo en Australia se dispone de una “certificación oficial”, a modo de carnet de renovación periódica, para trabajar con menores. En la Escuela Real de Danza del Reino Unido, cualquier profesional que quiera entrar a trabajar con los niños y adolescentes que allí se entrenan y perfeccionan, es minuciosamente analizado por especialistas en psicología forense entrenados en la tarea de detectar posibles abusadores o agresores sexuales pedófilos y del riesgo de que lo sean. Esta es una tarea a medio camino entre la selección de personal y la pericia forense que está avanzando técnicamente mucho en los últimos años. Con la simple comprobación de la ausencia de antecedentes penales por delitos sexuales con menores, se controlará de una forma muy poco precisa el riesgo de cometer abusos sexuales a menores, por parte de los profesionales u otras personas que trabajen con ellos. Evaluar ese riesgo requiere técnicas muy específicas, propias de los psicólogos forenses y expertos en la delincuencia sexual. Un grave fracaso en la detección de la pedofilia, a modo de ejemplo, ilustra lo que queremos explicar: la extrema dificultad de esta tarea. Nos referimos al desgraciado caso del “agresor sexual de menores de Castelldans” cuyo autor, actualmente condenado a prisión, lo esta por haber cometido numerosos abusos sexuales sobre distintos menores que él tenia en acogimiento en su propio domicilio. Este trabajador social, sistemáticamente superaba con éxito todos los controles y entrevistas periódicas que los responsables de la acreditación de su idoneidad realizaron con él. Y estos expertos están preparados y tienen experiencia en la tarea de evaluar la idoneidad de aquellos que quieren adoptar o realizar acogimientos infantiles. Es claro que los profesionales no lo hicieron bien, sobre todo si nos fijamos únicamente en este resultado. Pero seria injusto acabar aquí el comentario sobre la actuación de estos profesionales ya que, como en cualquier profesión, no siempre los resultados obtenidos son los que se pretende y hay, como no, errores y más cuando la tarea incluye una predicción hacia el futuro. Hay que decir, en su favor, que los recursos técnicos disponibles para detectar la pedofilia son realmente muy limitados. En los últimos años se han propuesto nuevas formas de evaluación y la detección de la pedofilia que están probándose en centros avanzados de estudio de las técnicas forenses y que empiezan a dar sus primeros resultados. 




Hay que mejorar la prevención de los abusos sexuales a menores, fallar en la detección de la pedofilia es fácil y las consecuencias demasiado graves. La pedofilia es un grave problema de salud mental y muy difícil de detectar sino es a posteriori de la comisión de los abusos sexuales. Una analogía ayudará a comprender la dificultad de esta tarea. Imagínese el lector que queremos pescar en un mar lleno de distintos peces y el que nos interesa, uno de ellos no muy escaso, pero pequeño y escurridizo (la pedofilia) y lo queremos pescar con una red que tiene la trama muy amplia y grande (el certificado de no estar registrado en el registro central de delincuentes sexuales). El resultado ya se lo imaginan: se van a colar muchos pedófilos y la prevención por medio de este procedimiento estará llena de errores. Capturaremos peces si, pero no los que queríamos. Y los errores se conocerán cuando un seleccionado, sin antecedentes en el momento de la certificación, cometa un abuso sexual sobre un menor.  Pero entonces ya no sirve porque la prevención ha fracasado. Es necesario, para hacer una buena prevención, incorporar técnicas más eficaces en la tarea de detectar el riesgo de violencia sexual. No obstante estas técnicas hay que aplicarlas cuando convenga, no están diseñadas para su aplicación universal y generalizada a cualquiera persona que trabaje o vaya a trabajar  con menores.