De nuevo ante los estudiantes, dando clase...


Después de estar un año sabático trabajando con los investigadores del Centro de Estudios Jurídicos y de Formación Especializada de la Generalitat de Cataluña – a los que quiero agradecer su confianza, además de reconocer públicamente su dedicación y capacidad - he vuelto a la normalidad docente de un profesor universitario, eso sí, un profesor senior. Vuelvo a dar clase en el Grado de Psicología, de Criminología y en un par de Masters universitarios. Mi docencia esta relacionada con los temas a que dedico mi investigación desde hace unos años: profundizar en el conocimiento de las claves de la violencia humana.

Volver a dar clases cada semana, dos o tres días por semana, es estimulante, te “engrasa” las neuronas y despierta mil ideas y proyectos. Esta sensación, además de la responsabilidad, la he tenido siempre, desde que empecé mi carrera docente. Es verdad que la situación actual para los estudiantes y los profesores, sobre todo noveles, no es la ideal para este trabajo pero hay que hacerle frente.


Estos días me he acordado de una entrevista que hicieron a S. Pinker, profesor de la Universidad de Harvard, sobre las razones del éxito de un profesor en la docencia, que no es otra cosa que conseguir que los estudiantes aprendan, se motiven por la  materia y trabajen en ello, en su aprendizaje. Quiero, al hilo de aquellas declaraciones, compartir algunos pensamientos evocados por las mismas acerca de la docencia universitaria. Pinker es uno de los destacados líderes de la Psicología y un pensador innovador e influyente. En una entrevista en la revista Harvard Gazette, publicación diaria de la Universidad de Harvard (entrevista a Steven Pinker en Mayo de 2014) le preguntaban  acerca de qué razones le habían llevado a ser un gran profesor universitario. Pinker ha recibido numerosos premios por su labor docente y contestó que se trataba de tres razones.


La primera razón es la pasión por el tema que enseña. Pinker decía: “si el profesor tiene pasión, el tema le motiva y le interesa – consecuencia de la pasión que siente por esa temática – estamos ante el primer gran ingrediente de la buena docencia”. Quizás yo soy optimista, pero creo que este ingrediente esta bastante bien repartido entre los profesores universitarios. Hay una cierta “militancia” incluso “forofismo” entre los profesores con respecto a sus materias, como si fuesen seguidores de un club de futbol y su especialidad, el equipo de su vida. La experiencia profesional me ha mostrado que la mayoría de profesores universitarios (especialmente los jóvenes) suelen ser apasionados con lo suyo. Este ingrediente es una garantía de dedicación, de superación de muchas dificultades y facilita el aprendizaje a los estudiantes. Las pasiones, como muchos fenómenos afectivos, son variables inestables pero por lo general influyen en el rendimiento de los estudiantes que asisten a las sesiones de clase. Creo conviene pasión por lo que se enseña para un ejercicio eficiente de la docencia.

El segundo ingrediente, decía Pinker, es superar el narcisismo profesional. Este es un reto que muchas veces se pierde y muchos profesores universitarios no superan. Dice Pinker, al referirse a su docencia en Psicología: “la Psicología es, además de una disciplina, también un gremio académico. Yo sin duda podría pasar mucho tiempo hablando de las escuelas de la Psicología , la historia de la Psicología, los métodos de la Psicología, las teorías de la Psicología y así continuamente”. Hacer esto es una muestra de narcisismo profesional. Si un profesor les habla a sus estudiantes de las camarillas de su departamento, de la “prensa rosa” de su área de conocimiento en su Universidad, de las luchas y rencillas entre colegas y teorías, etc.. es victima de este narcisismo y eso es dañino para la docencia. Hay que evitar dejarse llevar por las modas, por un determinado enfoque en los métodos, por las palabras y temas de prestigio o jerga académica, en lugar de ocuparse del contenido real de la materia. Sigue diciendo: “yo no pienso en que estoy enseñando a mis alumnos Psicología. Pienso en como enseñarles cómo funciona la mente, que no son la misma cosa a los efectos de la docencia. Hablar de Psicología es como hablar de mi pandilla, de cómo mis amigos y yo pasamos el fin de semana, batallitas que a los estudiantes no les interesan”, sigue “los estudiantes están interesados ​​no en un campo académico, sino un conjunto de fenómenos en el mundo y en este caso, el funcionamiento de la mente humana. A veces los académicos parecen no apreciar esta diferencia”. Me gusta especialmente esta última afirmación.



Y la tercera razón, la que él llama, “la maldición del conocimiento”. Esta razón también nos afecta mucho a todos los que nos dedicamos a la docencia y superarla no es nada fácil. ¿Qué es esto de la “maldición del conocimiento”? Una maldición es como un castigo divino insuperable y que tiene efectos negativos. Mediante esta analogía Pinker quiere expresar el hecho de que para quien conoce una cosa es muy difícil ponerse en el lugar del que no la conoce. ¿Cómo puede valorar alguien lo que desconoce? El interés se basa en lo que se valora y por tanto hay que conseguir que el estudiante haga un esfuerzo de confianza para valorar lo que aún no conoce. La solución, dice Pinker, es obvia: “ponerse en la piel de los estudiantes”. Ese es un buen comienzo, pero no es suficiente, porque “la maldición del conocimiento” nos impide completamente apreciar lo que se siente al ser un estudiante cuando es nuestro estudiante. A veces recordar la época de estudiante puede ayudar, pero no es lo mismo. Pinker afirma “es por eso que los escritores necesitan los editores: los editores les obligan a darse cuenta de que lo que es obvio para ellos no es evidente para todos los demás”. Conviene recordar esta idea cuando damos clase. Y es por eso que los profesores necesitan retroalimentación, no solo la que obtenemos al corregir los exámenes o trabajos de los estudiantes, sino aquella que proviene de las conversaciones de los estudiantes fuera de las aulas o en ocasiones donde se discuten informalmente los temas de su materia.

Voy a intentar sacar algunas cosas provechosas de convertir estas razones en prácticas habituales en mi docencia universitaria.