Feminicidios....: que hacer?
Feminicidos, parricidios y suicidios:¿qué más se puede hacer para evitarlos?
Estos
tres últimos meses, desde Junio hasta hoy, están siendo terribles
en cuanto refiere a la violencia de género, familiar, doméstica, contra la
pareja o machista. Quizás es el período más negro en lo que va de siglo y ahora
se sigue este tema con atención y de forma detallada. Casi se han multiplicado
por dos las muertes de mujeres y sus familiares de las que hasta Junio habían
sucedido en España este 2015. Esta acumulación de crímenes son casi una
excepción en la serie histórica de los últimos 15 años. La estadística nos
indica que, con una cierta estabilidad anual, en promedio, mueren asesinadas
unas 60 mujeres por sus maridos, novios, parejas o exmaridos, exnovios o
exparejas. Una de las tasas mas bajas en la UE pero que debería recudirse a
cero. En otras dos o tres ocasiones anteriores se había producido alguna situación
semejante de acúmulo de casos criminales. Así, en Cataluña, en trece días de
Diciembre a Enero de 2010 se sucedieron 5 feminicidios. A esta estadística
tremenda de feminicidios hay que unirle diversos parricidios y suicidios en el
contexto doméstico, familiar y de pareja. Son cifras que producen escalofrío. Otra
vez la brutalidad desatada de 14 hombres ha asesinado a las mujeres que eran
sus parejas o exparejas, a sus hijos e hijas y también a otras víctimas
(madres, suegras, amantes, amigas…). En varios casos, al menos 4, los autores
de esos delitos se han suicidado inmediatamente después de los crímenes por
ellos perpetrados.
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(Andres-Pueyo, 2015) |
En
todos los casos se ha superado el límite moral y legal de actuar contra la vida
de las mujeres de una forma intencionada, voluntaria y consciente. Entre las
causas se encuentran el desprecio a la mujer y a la familia, el odio a sus
parejas, la ofuscación machista, la ira descontrolada, los celos sexuales, los
deseos de venganza, la obcecación, la frustración por la ruptura sentimental y
el dominio que a veces comporta y, también, el convencimiento patológico de que
debían comportarse así ya que con la muerte se resolverían sus problemas, fuesen reales o
imaginados. Todos estos factores, a los que se les unen muchas veces el
desequilibrio emocional, la disponibilidad de armas y la intoxicación etílica,
entre otros factores de riesgo, anidan en la mente del agresor y le llevan a
tomar la criminal decisión de acabar con la vida de la mujer que es o a sido su
pareja sentimental. Esa decisión se extiende, incluso, a sus hijos y otros
allegados. La motivación es dañar a la mujer, producirle la muerte o un dolor
intenso, crónico e incapacitante. La intención de matar es lo que guía al
maltratador feminicida, al asesino machista que pone por delante su egoísmo y desconsideración
frente a los preceptos éticos, morales, legales y humanitarios.
Como
es natural toda la sociedad, los políticos, los gobernantes, los “opinadores” y
cualquier ciudadano y ciudadana se alarman ante estos hechos de los que la
prensa se hace eco puntual. Llenos de consternación piden el final de estos
asesinatos, demandan a los que pueden tomar medidas y ordenar leyes que sean
capaces de mejorar la prevención de estos hechos. Pero, desgraciadamente, no es
tarea fácil y menos aún exclusiva de la policía, los jueces y otros
responsables de la seguridad. En esta tarea, por mas que esté dicho es bueno
repetirlo, la colaboración de todos los organismos del Estado (servicios
sociales, sanitarios, laborales, etc..), de la llamada “sociedad civil”, etc..
es imprescindible. Y no es una frase hecha, una idea comodín, es
imprescindible. La principal razón de esta exigencia es que la gran mayoría de
estos graves delitos se conocen sin que antes hubiese una detección precisa de
esa realidad o potencialidad dañina. Solamente entre un 22-25% de estos
feminicidios tenían antecedentes policiales de denuncias en un plazo anterior a
un año y por tanto la primera noticia de esta realidad violenta es el mismo
hecho que la trae a primer plano de la actualidad.
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Frecuencia de asesinatos de mujeres con referencia a si había denuncia anterior (fuente Gobierno de España, 2015) |
La
lucha organizada y perseverante contra la violencia de género es algo que ya
forma parte de nuestra legislación y realidad social. En general las cosas no
se han hecho del todo mal y, en contra de lo que piensan algunos, la
promulgación de la Ley Orgánica contra la Violencia de Género y otras
iniciativas públicas han ayudado a que, en el conjunto de los fenómenos que
agrupa la violencia de género, éste fenómeno se haya reducido. Pero esta visión
está distorsionada por la de los asesinatos de mujeres. Utilizamos este índice
como único termómetro de la lucha contra la violencia de género y esto es poco
preciso. Claro que lo más grave de la violencia es el asesinato, pero la
evaluación de la eficacia de la lucha contra la violencia de género no pasa
solamente por “contar” las muertes, hay otros indicadores más válidos y fiables
que han demostrado la mejora en este terreno. Pero el problema de los
feminicidios tiene interés por sí mismo y debe enfrentarse con estrategias más
complejas y especializadas que el resto de fenómenos de la violencia de género,
aquellos menos graves en términos de consecuencias para la víctima.
La
prevención de los asesinatos de pareja en el contexto de la violencia de género
es extremadamente difícil. A la baja prevalencia de estos hechos, que los
convierten en prácticamente impredecibles, se le junta la relativa imprecisión
predictiva de los protocolos de valoración de riesgo, sobre todo para anticipar
el feminicidio y la inexistencia de claros predictores propios y específicos
del feminicidio bien contrastados.
Se
habla de mejorar el sistema de valoración del riesgo policial de violencia de
género para combatir los feminicidios, por otra parte uno de los más sólidos de
los que existen en Europa y otros países avanzados en esta temática. Mejorar la
capacidad predictiva es una medida adecuada por sí misma porque estos
instrumentos hay que calibrarlos y ajustarlos de forma continuada en relación a
los cambios sociales y la dinámica de la lucha contra la violencia de género.
Pero esta medida no es suficiente, ni su mejora comportará una reducción
significativa de estos crímenes. Hay dos razones que avalan la anterior
afirmación: la primera es que de los casos de feminicidio solamente se tiene
información de denuncias o maltrato anteriores en un escaso 22% al 25% y por
tanto por más que se mejore la capacidad predictiva el máximo efecto de su
acción preventiva será escaso (solo afectaría al 25% si se anticipara sin error - algo totalmente imposible - todos los
posibles futuros feminicidios). La segunda es que en muchos casos de
feminicidio no hay historia conocida ni significativa de problemas de violencia
de pareja. Esta es una importante paradoja que no es fácil comprender, pero que
hay que tener presente para diseñar una política preventiva. La mayoría de los
feminicidios no son siempre el final de una historia larga de maltrato físico o
psicológico conocida y detectada, muchas veces lo son pero en otras ocasiones suelen
estar asociados a crisis existenciales y anímicas muy profundas del agresor en
conflicto (real o imaginado) con su pareja. Estas crisis están vinculadas a la
separación y el abandono por parte de la pareja, a la perdida de los hijos,
etc.. y por eso es relativamente frecuente la comisión del feminicidio y el suicidio
o la entrega a la policía a continuación. Esta asociación entre asesinato y
suicidio o entrega del agresor es casi única en los feminicidios comparados con
otros tipos de asesinato. Muchos de estos asesinos afirman que era la “única
solución” a su problema con la pareja. Reconocen la autoría de esa conducta
delictiva, saben de lo inmoral, ilegal y rechazable de la misma, pero indican,
insisten y, sin aparente perdida de la racionalidad, que debían hacerlo.
Y
¿qué podemos hacer para prevenir los feminicidios?. En particular la prevención
de los asesinatos de pareja se fundamenta en la detección precoz, la valoración
del riesgo específico de “feminicidio”, no de violencia de género en un sentido
genérico (lesiones, humillaciones, amenazas..), sino de ese resultado letal y
la adopción de estrategias de gestión de ese riesgo de feminicidio. Las
valoraciones propias de un posible y futuro feminicidio se han de activar
cuando haya indicios de ese hecho. Entre estos indicios aparecen, sobre todo
las amenazas y las ideas, fantaseadas o declaradas, de cómo realizar el
feminicidio, también las amenazas
directas de asesinato de la mujer – especialmente si la mujer les da
credibilidad y le atemorizan - y suicidio del agresor. Estos indicios adquieren
gran valor cuando se dan en un escenario inmediato de separaciones muy
contenciosas, cuando el hombre tenga ideas suicidas o haya tenido episodios de
depresión grave en su biografia o cuando se manifiesten ideas de obcecación y
predominio absoluto de la situación de conflicto con la pareja que ocupan toda la
esfera mental y emocional del varón y ocupen toda su conciencia presente y
futura, etc.. No hay ningún indicador “preciso” de un futuro feminicidio, pero
los técnicos tienen que estar preparados para prever este escenario, considerar
la posibilidad de que aparezca y valorar su probabilidad de forma concreta y no
necesariamente subordinada a la continuidad de la violencia de género en casos
donde la historia de la pareja tiene este factor de riesgo registrado.
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Items del Danger Assessment Tool especifico para predecir feminicidios (adap. española Andres-Pueyo, 2008) |
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Resultados de valoración del riesgo de feminicidio del DAT |
Una última consideración obtenida de la experiencia de otros países que han
dedicado esfuerzos en esta lucha preventiva de los feminicidios. Los
responsables judiciales y policiales deberían activar con una cierta urgencia
los llamados “comités de evaluación post-feminicidio” que, análogamente a los
comités de expertos que analizan los accidentes aéreos, reconstruyan los
sucesos y los hechos inmediatamente anteriores a cada feminicidio para intentar
discernir que factores son los más relevantes en estos casos y, así generalizar estos descubrimientos en los procesos de valoración de riesgo de
feminicidio futuros. Hay que tratar, por cualquier medio, de avanzar en el
conocimiento y obtener nuevas evidencias de los determinantes específicos de estos
crímenes, sino la tarea de su prevención es posible que siga siendo casi
imposible.