Sobre el talento: otra nueva “piedra filosofal” para comprender el éxito o el fracaso de las personas.


Leo, desde hace semanas, en distintos medios de comunicación, blogs y periódicos un elogio repetido y sorprendente de un viejo y poco reconocido concepto psicológico. Elogio que hacen destacados filósofos, economistas, expertos en recursos humanos e incluso pedagogos y psicólogos. Se trata del “talento” y sus propiedades. Un concepto muy poco relevante, hasta ahora, en la Psicología de las disposiciones humanas y que de repente se convierte en el talismán que todos tenemos en nuestra mente. Este talismán lo es para muchos profesionales que proponen soluciones a los problemas humanos, sean del tipo que sean, pero desde una visión positiva. 


Hace unos años un ensayista norteamericano, habitual en las páginas del New Yorker y de éxito mundial, Malcom Gladwell, publico un libro titulado “Fueras de Serie” (Outliers) que recupero este concepto – dice en la página 45 de la edición española: “el éxito es el talento mas preparación”-.  Ese libro trata de explicar porque hay personas que destacan tanto y por encima del resto humanos corrientes. Habla de grandes deportistas, excelentes profesionales y, como no de los grandes personajes de la historia reciente: Bill Gates, John Lenon, R. Oppenheimer, etc… Este libro está escrito en clave de la excepcionalidad de estos personajes muy destacados de la modernidad. Viejo problema éste y el libro de Gladwell, original y plagado de anécdotas, no aporta nada nuevo ni tan siquiera hipótesis originales a contrastar en el laboratorio de la investigación psicológica. Mala estrategia la de tratar de extraer reglas comunes aplicables a la mayoría de los mortales pero inferidas de las excepciones anecdóticas y realizadas a posteriori.

 


A todos estos personajes excepcionales, y a otros, se les acaba atribuyendo, por el desconocimiento que tenemos de las razones de su extraordinario rendimiento en un área determinada de la actividad humana (el arte, la tecnología, la ciencia, el deporte, etc…), un elevado nivel de genialidad en su campo de trabajo o artístico. Este es y no otro el origen y tratamiento que la psicología científica aplica al concepto de talento, en relación estrecha con la genialidad y la superdotación. La “Genialidad”, y por extensión el talento, se enraízan en el término “Genio”, entendido como facultad extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables. Este significado del termino genio, tal y como aparece en los diccionarios, no es su única significación ya que a veces también se interpreta como carácter, estado de ánimo e incluso el término genio significa ser extraordinario y fantástico. De hecho las dos primeras acepciones de “talento” en el diccionario de la RAE son: inteligencia y aptitud. Aquí se acaba lo “original” del concepto talento.  Genialidad, superdotación o talento son, a nivel analítico, sinónimos en el sentido de que se relacionan con un rendimiento extraordinario y generalmente acotado a un campo de las habilidades determinado y específico, excepto para la superdotación intelectual que se considera una disposición de amplio espectro, especialmente en los niños y adolescentes.

Es fácil hacer una generalización abusiva y circular, a la vez que estéril con el concepto de talento. Si inferimos que las personas reconocidas como extraordinarias (especialmente en el rendimiento y éxito profesional) lo son porque tienen “talento” y queremos hacer que las demás personas destaquen en su vida profesional (y lo extendemos gratuitamente a la vida personal) lo que hay que hacer es “desarrollar sus talentos”. Et voila, ya tenemos la solución. Si queremos buenos trabajadores, que sean talentosos. Si queremos resolver el problema del rendimiento académico, desarrollemos el talento de los estudiantes. Si queremos que las personas “crezcan” y estén “felices” ayudemos a que apliquen sus talentos a la vida cotidiana, etc..  No es muy serio, probablemente será una propuesta vacía e ineficaz y las evidencias obtenidas por el desarrollo científico de la Psicología no lo avalan.

Si algo caracteriza, desafortunadamente, las modernas aplicaciones de la  Psicología, en prácticamente todos sus ámbitos (recursos humanos, educación, clínica, etc..) es la ausencia de rigor, en la actividad profesional cotidiana. Cada día expertos ajenos a la Psicología, pero que trabajan con personas, tales como ingenieros, economistas, filósofos... pero también psicólogos titulados, redefinen periódicamente y a su criterio, los conceptos básicos de la taxonomía básica y propia de la Psicología científica. Todo vale en esta tarea y así se “descubren” o “reformulan” conceptos tales como la inteligencia emocional (como ejemplo de las numerosas y múltiples calificaciones de ésta capacidad básica del rendimiento), la resiliencia, las competencias, la creatividad, el liderazgo, la empatía, etc..  y ahora le toca el turno al talento. Ya nos hemos olvidado de la sabiduría, la creatividad o la superdotación (conceptos muy cercanos al talento en su versión tradicional), incluso de la autoestima, que hace unos años lo anegaba todo (era habitual esta formulación "si quieres triunfar mejora tu autoestima", ahora lo será "si quieres triunfar descubre y mejora tu(s) talento(s)" . Ahora el talento lo es casi "todo".. hay que tener (o adquirir y desarrollar) esta especie de “talismán” psicológico que todo lo puede. Si tienes o adquieres – o te implantan – el talento ya no tendrás más problemas, el futuro será tuyo: harás lo que quieras bien hecho, los demás te lo reconocerán y tu “bolsillo” lo notará.. es la clave del éxito. Los “coach” te ayudaran a ello o tu mismo si tienes el talento para hacerlo.



Bien ya tenemos nuestro identificado nuestro nuevo talismán. Los “expertos en la naturaleza y la conducta de los humanos” lo han descubierto. Es la nueva “piedra filosofal” de la mente humana, es como aquella capacidad que tenía el Rey Midas por la que todo lo que tocaba se convertía en oro. Además, probablemente, esta capacidad o disposición psicológica estará también en algún recoveco del cerebro y desde allí guiará a su poseedor al éxito. Es igual en que terreno de la vida queramos conseguir ese éxito, el talento nos lo facilitará. En el trabajo, en la vida cotidiana, en las relaciones interpersonales, en la educación de nuestros hijos, etc… si tienes talento ya está, todo arreglado.

Pero si aceptamos que por fin hemos descubierto el auténtico “El Dorado” de la Psicología individual, la clave de todo lo bueno que tenemos las personas en nuestra psique, solo acaban de empezar los problemas de los profesionales que gestionan las esperanzas y problemáticas de los humanos. ¿Cómo identificamos el telento? ¿Es algo que tenemos innato o que desarrollamos después de 10.000 horas de entrenamiento en nuestra preadolescencia? ¿Una vez “tenido”, ya no se pierde nunca, ni cambia, ni se mejora…? ¿Cómo hacemos para aplica siempre y en cualquier circunstancia el talento que tenemos? ¿Por qué personas “talentosas” a veces hacen cosas nada razonables y fracasan?, se nos pueden ocurrir – a los científicos les pasa esto de forma crónica – preguntas que ponen en compromiso a la aparente validez del concepto de talento, sus propiedades y sus efectos.

No parece muy razonable considerar al talento como un concepto tan importante en la explicación del comportamiento de los humanos y, especialmente, atendiendo a la vida real y cotidiana de las personas. Después de más de un siglo de desarrollo académico de la Psicología algo tenemos claro los que seguimos la tradición científica de esta disciplina: todo lo referente a la conducta humana real y cotidiana es demasiado complejo como para encontrar “la” solución, y que además esta sea simple y aplicable para resolver “todos/cualquiera” de los problemas que se presentan a un individuo en un momento determinado . No tiene ningún fundamento ni antecedentes en ninguna disciplina, que se ocupe de forma racional y analítica de los problemas reales de la vida, encontrar conceptos "unicos" y “omnipotentes” que vayan a resolver, por sí solos, los problemas e incógnitas que aparecen cada día en la vida real. Ni la empatía, ni la auto-estima, ni el liderazgo, ni la resiliencia,.. por sí solos y únicamente no sirven para “todo”. Me temo que lo mismo pase con el “talento”.

En mi opinión muchas de las atribuciones que se hacen al talento, sus “bondades y fortalezas” explicativas y pronosticas, se pueden justificar atendiendo a la división clásica de funciones que están bien identificadas y contrastadas, desde hace más de 125 años, y recogidas en tres conceptos psicológicos básicos: las capacidades (de entre las cuales destaca la “inteligencia”), las disposiciones emocionales (de entre las cuales destaca la “estabilidad emocional”) y los estados motivacionales (de entre las cuales destaca el “auto-control”). Combinando estos tres conceptos en su realidad individual y cronológica, se consigue describir, comprender y pronosticar la variabilidad del comportamiento individual de las personas en clave de adaptación y éxito en la vida (o si se prefiere en clave negativa de su desadaptación y fracaso en la vida).


Los psicólogos de formación científica debemos ser consecuentes y tozudos con no cambiar nuestros conocimientos simplemente con la primera brisa que dirige las velas de un barco sin timón. El talento no es un concepto de utilidad en la psicología aplicada. Y como dice el mono con cara de Darwin “la ciencia lo dijo y yo no miento”.