¿Adivínenlo?

Qué propiedad o característica humana interesa a todos estos profesionales/investigadores y pensadores: neurocientíficos, genetistas, economistas, médicos, criminólogos, pedagogos, psicólogos, maestros, juristas, trabajadores sociales y también a los filósofos (a estos nada les es ajeno) y no es la inteligencia. ¿Lo aciertan o no? Resulta que es el auto-control. Esta propiedad es una “invitada” permanente en los asuntos humanos. Se le llama de una manera (que no me gusta demasiado y creo que tampoco a muchos otros)  y por eso tiene nombres diferentes: fuerza de voluntad, impulsividad (si la definimos al revés), capacidad de retraso de la gratificación, consciencia, responsabilidad, auto-eficacia, función ejecutiva y otros más. Como tantos profesionales se ocupan del auto-control, será porque tiene algo que ver con los problemas que les interesa conocer a cada uno de ellos: la economía, la educación, el aprendizaje, la enfermedad o la salud, la delincuencia, etc.. Pues bien empecemos a delimitar que es esto del auto-control. Por supuesto es un fenómeno de naturaleza psicológica (vamos a aceptarlo de principio). ¿Qué tipo de fenómeno es? Puede ser una disposición (emocional, cognitiva, motivacional…) como la inteligencia o la timidez, una operación como el aprendizaje o el recuerdo, o una respuesta. Posiblemente la situaríamos entre las disposiciones y dentro de ellas ¿en qué categoría? en las cognitivas (como la inteligencia), las emocionales (la ansiedad) o las motivacionales (posesion). No está nada claro. Según como la consideremos sería cognitiva (función ejecutiva) o bien emocional (retrasar la recompensa) incluso motivacional (fuerza de voluntad). ¿En cuál de las tres? O ¿tiene algo de cada una?... difícil decisión y, en consecuencia, difícil ubicación en la taxonomía de las categorías psicológicas. Y así estamos. 

Pero ante las dudas nada como los estudios empíricos y, por suerte disponemos de uno reciente y publicado por la “fábrica” de estudios psicológicos más importantes de los últimos años: Moffitt y Caspi, con todo su equipo, a partir del estudio longitudinal Dunedin y el E-Risk. Acaban de publicar un trabajo soberbio, en PNAS, sobre el auto-control y su relación con tres fenómenos sociales muy relevantes: la salud, el bienestar económico y la delincuencia. Han descubierto varias cosas importantes: a) que el auto-control evaluado a los 10 años predice, a los 32 años (y en los mismos individuos porque este estudio es de metodología longitudinal) el estado de salud física, la adicción a las drogas, la situación financiera personal y la implicación en la criminalidad. b) este efecto es genuino e independiente del que producen, también, la inteligencia (CI) y el nivel socioeconómico del individuo (SES). Un par de cosas más sobre el estudio. Se disponía de los datos de evaluaciones de autocontrol de los niños de 10 años realizadas cuando ellos tenían 5, y se ha podido constatar que los cambios en el nivel de auto-control entre esa edad y los 10 años se dan con una cierta extensión, no obstante las medidas a los 5 años aún predicen significativamente los fenómenos descritos a los 32 años. La segunda fue que en la adolescencia el auto-control no era suficientemente potente para evitar los típicos “errores” adolescentes, pero que los efectos de estos errores tendían a no ser permanentes.

Así, incorporando estos datos nuevos,  podemos decir que el auto-control aparece con la edad (aunque sea en momentos tan precoces como los 5 años), tiene una cierta maleabilidad y sobre todo, que sus efectos son muy generalizados en el comportamiento cotidiano del sujeto. ¿Qué constructo psicológico se ajusta a estas propiedades? Ya lo hemos situado entre las disposiciones, pero es distinto del CI, ¿qué nos queda? En mi opinión podemos hipotetizar que el auto-control es una habilidad, una destreza y, por tanto tenemos buenas noticias: se puede entrenar, con limitaciones, pero se puede entrenar. ¿Quizás la famosa educación del carácter no sea otra cosa que entrenar el auto-control?