Predicción de la violencia contra las mujeres





Confirmar lo acertado de un pronóstico, después de que suceda aquello que se anticipaba, es sencillo, parece que tiene poco valor y a veces ninguna utilidad. Esto es muy doloroso cuando el suceso pronosticado es la muerte de una mujer a manos de su pareja. También lo es cuando nos referimos a cualquier otro desgraciado incidente tanto si es origen natural (un terremoto, un huracán o un alud) como si es de origen humano (un incendio intencionado, un accidente de tráfico o una quiebra económica). El reciente asesinato de Carmen Serrato (58 años) sucedida en Osuna (Sevilla) a manos de su marido (59 años) y de la hija de ambos (34 años) parecía estar predicha y anunciada. Ella lo decía, las amenazas del asesino lo proclamaban, muchos lo temían y aunque algunos no lo consideraron inminente, todos los que ahora analizan el caso coinciden en el pronóstico.

Treinta años de historia de maltrato grave de pareja y sobre el resto de la familia, un historial contrastado de violencia física sobre la mujer, los hijos y otros familiares, una estancia en prisión por amenazas a sus hijos ya mayores e independientes, el uso de sus armas de caza para amenazarlos, el quebrantamiento de una orden de alejamiento, un consumo excesivo de alcohol, unas actitudes machistas y de desprecio a los derechos de sus propios familiares publicas y manifiestas, así como una vida laboral algo errática, aparecen estos días en los medios de comunicación como datos biográficos relevantes del doble asesino que intento quitarse la vida cuando fueron a detenerle. Todos estos elementos mencionados son factores de riesgo de violencia grave contra la pareja, bien conocidos e identificados por los expertos en la valoración del riesgo de este tipo de violencia. Todos ellos se pueden identificar en la lectura de las informaciones, ofrecidas por sus familiares y conocidos, que publican los diarios y las agencias de noticias. También sabemos, por medio de la información que han facilitado a los medios de comunicación los responsables judiciales y del Instituto Andaluz de la Mujer, que los indicios que ellos tenían no hacían previsible este asesinato. El Instituto Andaluz de la Mujer confirmo que la víctima había pedido consejo y asesoramiento, en uno de sus centros de información a la mujer, para la separación de su marido, pero ella rechazó la recomendación de irse a una casa de acogida y “no transmitió que su vida estuviese en riesgo”.

Pero, ¿se podía prever un final tan trágico? y, ¿se hubiese podido evitar? Por lo que ha sucedido y todo lo que sabemos ahora la respuesta a la primera pregunta es que sí y a la segunda, también es que sí. Puntualicemos estas afirmaciones tan contundentes. Los expertos en predicción de sucesos futuros, especialmente aquellos relativamente frecuentes, saben que un hecho puntual no se puede predecir, pero si que se puede estimar con una buena precisión el riesgo de que suceda. Esta estimación, naturalmente probabilística, es el primer paso para poder gestionar, minimizar y evitar que suceda, en este caso, la agresión violenta sobre la pareja.

Calificamos a la sociedad en que vivimos como es una sociedad del riesgo y por ellos se han desarrollado procedimientos de valoración de estos riesgos que sirven para protegernos de muchos peligros. Es fácil recordar los efectos devastadores de huracanes, terremotos, tormentas, riadas o aludes y como, ante estos riesgos, las aseguradoras y las administraciones se esfuerzan en prevenir las consecuencias de los mismos. En esta tarea preventiva se utilizan procedimientos como la valoración constante del riesgo de que aparezcan, las alertas y la adopción de medidas que sirvan para minimizar los efectos de estos fenómenos que, por bien que se conozcan las causas que los provocan, son difíciles de predecir. De igual modo que existen riesgos naturales sabemos de otros que dependen directamente de la acción humana. Los economistas y los expertos financieros, por ejemplo, estiman los riesgos de mora en los créditos hipotecarios, los riesgos de un brusco descenso de la bolsa y otros vaivenes de la economía. Después actúan preventivamente en función de sus conclusiones. Que decir de los expertos antiterroristas que vigilan los niveles de riesgo de atentado de forma constante y escrupulosa. Todos ellos tienen unos procedimientos técnicos, más o menos complejos, que les sirven para estar siempre alerta de la variación en los riesgos de aquellos fenómenos en que son expertos. Suelen utilizar un sistema de identificación y comunicación del riesgo sencillo como es una escala de tres categorías (a modo de semáforo) que indica el riesgo bajo, medio o alto. Además mantienen una categoría añadida, fundamental, la de riesgo extremo e inminente que, de activarse, ponen en marcha y de forma casi instantánea, las medidas de actuación más adecuadas. Recordemos, por ejemplo, el reciente cierre del espacio aéreo inglés del día 10 de Agosto como resultado de una alarma de riesgo inminente de atentados en aviones comerciales en vuelo hacia USA desde el Londres. Los casos de violencia física grave sobre la pareja son sucesos que no se puede predecir técnicamente pero si estimar el riesgo de que ocurran. Los procedimientos que utilizan los expertos en predicción se pueden aplicar, adaptándolos, a las circunstancias propias de la valoración del riesgo de la violencia contra la pareja.

De la información que se ha hecho pública en estos días sobre el doble crimen se puede deducir que había muchos elementos que permitían valorar el riesgo de un probable (y más o menos inmediato) ataque letal de este maltratador sobre su mujer. Todo el historial que hemos descrito más las amenazas de muerte declaradas poco antes del suceso, el proceso de separación iniciado y la resolución judicial con orden de alejamiento, constituyen una situación de conflicto personal que el agresor no podía resolver de otro modo que no fuese extremando aquello que ya había hecho otras veces, pero esta vez con la intención de matar. El agresor decidió agredir violentamente a su pareja, incluyendo si era preciso, a sus propios hijos. El riesgo, a la vista de estos datos, era extremo. Sin embargo la percepción de ese riesgo por parte de la victima y de sus familiares no le atribuía esa gravedad, quizás ni tan siquiera podían detectarlo, pero ahí estaba. Todas las informaciones conocidas y otros indicios, analizados conjuntamente como lo requieren los procedimientos adecuados para esta finalidad, sí lo calificaban de muy grave. El riesgo, especialmente después de la resolución judicial era extremo y para minimizarlo hacían falta medidas de protección de la mujer muy intensas y un control inmediato y permanente del agresor. Estas medidas debían aplicarse mientras persistiese ese nivel alto de riesgo de violencia contra la mujer. Con el paso del tiempo reevaluar el riesgo podría recomendar el cambio de aquellas medidas de control tan intensas.

En nuestra opinión todas las acciones, recursos y especialmente las disposiciones legales y normativas vigentes contra la violencia de género que se han desarrollado en estos últimos años, están siendo eficaces en la mayoría de casos de violencia leve, moderada e incluso grave. Sin embargo consideramos que esta eficacia es menor en los casos de violencia muy graves ya que en estos casos, por su naturaleza, la aplicación razonable de ley no es suficiente para cumplir su cometido. En casos de violencia física extrema, como son las lesiones graves y los asesinatos de mujeres, se requiere de todas esas normas vigentes pero especialmente de su concienzuda y rigurosa aplicación. Requieren la mejor práctica profesional, la más cualificada de todos los agentes que intervienen en la prevención y control de la violencia contra la mujer. Las situaciones de violencia de pareja muy graves, que son las causantes de la mayoría de los asesinatos de la mujer (que actualmente son la primera causa de homicidios en España), exigen una aplicación “casi perfecta” de todos los recursos legales, sanitarios y asistenciales de que se disponga, para que se alcance la eficacia que la gravedad de estos hechos requiere. Algunas mujeres pueden perder la vida o sufrir graves secuelas como consecuencia de la acción violenta de sus parejas o ex_parejas. Hay que valorar técnicamente ese riesgo para cada víctima, con los mejores procedimientos disponibles y, de acuerdo a ese riesgo, actuar de forma coordinada y gestionarlo hasta minimizarlo tanto como se pueda para garantizar la vida y la integridad física de las mujeres amenazadas. Debemos hacerlo, hay que conseguir reducir estos asesinatos a veces anunciados. No podemos dejar que sigan ocurriendo sin esforzarnos más en evitarlos, aplicando todo aquello que este en nuestras manos.