Exposición a la violencia de niños/as y adolescentes y prevención de la violencia.

Muchos ensayistas, psicólogos, sociólogos y otros profesionales de las ciencias relacionadas con la violencia han destacado la idea, probablemente muy plausible, de que los niños víctimas (directa o indirectamente) de cualquier tipo de violencia serán los agresores del futuro. La idea subyacente es fácil de comprender puesto que asocia las experiencias traumáticas precoces con la adquisición y utilización posterior de conductas violentas. Es decir los niños aprenden a hacer lo que han visto o han sufrido. Esta idea ha estado avalada científicamente por los trabajos bien conocidos de Albert Bandura un psicólogo californiano de la Universidad de Stanford que se hizo famoso por su famoso experimento de los niños que agredían a un muñeco hinchable después de haber visto hacer lo mismo a otras personas (Dodo doll aggresion experiment). Naturalmente los humanos aprendemos de lo que vemos y la agresión y la violencia no iban a ser una excepción. No obstante la claridad de esta propuesta conviene tratarla con precisión porque no se cumple en todas las situaciones e individuos dándose, también, la realidad contraria.

Con la creciente preocupación social por los problemas que produce de la violencia y especialmente aquellos relacionados con la violencia doméstica, de pareja, de género y escolar, así como la presencia masiva de sucesos violentos en los medios de comunicación y otros entornos comunitarios, se ha considerado la necesidad de disponer de políticas de prevención de la violencia que actúen para contrarrestar estos efectos. Pero cualquier programa de prevención necesita de un conocimiento realista previo del estado de la cuestión, en este caso la incidencia/prevalencia de la exposición de los niños y jóvenes a la violencia. Con este motivo un grupo de investigadores, encabezado por el experto David Finkelhor, de la Universidad de New Hampshire (USA) y financiado por la Oficina de Prevención de la Delincuencia y Justicia Juvenil de los USA, han realizado una encuesta de enorme interés.

La encuesta (realizada en 2008) se interesaba por conocer la incidencia de exposición a la violencia de los niños norteamericanos (desde 0 a 17 años) tanto en calidad de víctimas como de testigos. Se encuesto directamente a los niños/adolescentes entre 10 y 17 años y a sus padres/cuidadores cuando tenían menos de 10 años. Se muestreo de forma representativa a la población resultando un total de 4.549 participantes. Se analizaron distintos tipos de violencia (física, sexual, negligencia, maltrato continuado, etc…) en tres contextos: doméstico-familiar, escolar y comunitario. Los resultados, de los que aquí solo se indicaran de modo breve, muestran que en torno a un 60% de los niños/as y adolescentes han sido víctimas o espectadores de sucesos violentos en el último año antes de la encuesta. Más de 2/3 de los que habían sufrido violencia la habían recibido o visto más de una vez en ese mismo año. Casi la mitad de éstos habían recibido agresiones físicas y de ellos un 10% había sufrido lesiones que necesitaron tratamiento médico. Más de 1/4 habían sido testigos de agresiones violentas dirigidas a otras personas. Los detalles del estudio muestran datos de gran interés (por ejemplo las incidencias de distintos tipos de violencia, etc..) que los interesados podrán encontrar en el link que está incluido más abajo.

Estos datos son de enorme interés porque nos ofrecen evidencias acerca de la realidad de la exposición a la violencia de los niños y adolescentes hoy y también porque esta realidad está claramente relacionada con, al menos tres cosas: las consecuencias nefastas de la exposición a la violencia en la salud física y mental del niño/adolescente, los efectos negativos sobre el bienestar y adaptación social de los adultos que cuando niños fueron expuestos a la violencia y, por último, porque el futuro de la violencia de los adultos también depende de la realidad violenta que vivieron cuando niños.

Esta realidad norteamericana quizás sea distinta de la que tenemos aquí y que hoy por hoy desconocemos por falta de estudios epidemiológicos de este tipo. Sería necesario realizar algun estudio de esta naturaleza y podría ser el primer paso de un programa de prevención de la violencia que es imprescindible diseñar y aplicar en nuestro país.